El cuello, de forma
irregularmente cilíndrica, une la cabeza con el tronco; transcurren por él
importantes elementos vasculares, nerviosos, digestivos y respiratorios, y se
encuentran estructuras tales como las glándulas tiroides y paratiroides y la
laringe. La columna, los músculos cervicales y además numerosos ganglios
linfáticos aseguran la protección del cuello y la gran movilidad de la cabeza.
La gran cantidad y variedad de estructuras anatómicas que
están comprometidas en esta región aparentemente pequeña, deben motivar al
estudiante de medicina y a los médicos en ejercicio, no sólo a revisar con mucho
detenimiento a su paciente sino también a integrar dicha información dentro del
contexto de la historia clínica total.
Anatomía
Al límite superior del cuello lo conforman el cuerpo
de la mandíbula y una línea circular que pasa por los vértices de la apófisis
mastoides del temporal y por la protuberancia occipital externa. El límite
inferior es una línea imaginaria que pasa por la horquilla esternal, los bordes
superiores de las clavículas, las articulaciones acromioclaviculares y la
apófisis espinosa de la séptima vértebra cervical.
Con fines prácticos el cuello se ha dividido en tres
regiones: anterior, lateral y posterior o nuca. Los músculos esternocleidomastoideo
y trapecio delimitan estas regiones denominadas también triángulos del cuello.
Triangulo del cuello |
Vista de la región lateral del cuello |
La región anterior está comprendida entre los bordes anteriores
del esternocleidomastoideo y dividida por el hueso hioides en infrahioidea y
suprahioidea. La región anterior incluye estructuras que a la vez sirven de
punto de referencia para el examen clínico, son: hueso hioides, fácilmente palpable
en el ángulo formado por el piso de laboca y el límite superior del cuello;
cartílago tiroides, su borde superior sirve de punto de reparo para la
bifurcación de la arteria carótida común; cartílago cricoides, corresponde a la
sexta vértebra cervical e indica el comienzo de la tráquea; anillos traqueales,
el istmo del tiroides usualmente cabalga sobre los anillos traqueales segundo
al cuarto; glándula tiroides, se sitúa a la altura de las vértebras quinta a
séptima, en forma de H, con dos lóbulos: derecho e izquierdo, unidos por
un istmo.
Las regiones laterales son dos: derecha e izquierda, delimitadas
por el borde posterior del esternocleidomastoideo y el borde interior del
trapecio. Cada región lateral comprende:
- Músculos. Esplenio, elevadores de la escápula y los tres escalenos.
- La fosa supraclavicular. Situada por detrás del tercio medio de la clavícula. Se encuentra la proyección delápex o vértice pulmonar.
- La tercera porción de la arteria subclavia se puede explorar por la palpación de sus pulsaciones.
- La vena yugular externa en la cual se acostumbra evaluar el pulso y la presión venosa.
- La apófisis transversa de la séptima vértebra cervical.
La región cervical o nuca está entre el borde
posterior del trapecio y el borde posterior del esternocleidomastoideo y en la
parte inferior el tercio medio de la clavícula.
Los elementos más importantes contenidos en el
triángulo posterior son el nervio espinal, los ganglios linfáticos, el plexo
braquial y la tercera parte de la arteria subclavia.
En la región posterior se encuentran además las
apófisis espinosas de la vértebras cervicales C2 a C7, de las que sobresale la
C7.
En todas las regiones del cuello se encuentran además de
las estructuras mencionadas, ganglios, vasos linfáticos y vasos sanguíneos.
En condiciones normales el cuello es simétrico, con adecuada
movilidad, y a pesar de contener tantas estructuras vasculares, linfáticas,
musculares y óseas, no debe producir molestias. Sin embargo, lo más frecuente
en caso de patología es la presencia de masas, inflamación o palpitaciones.
De ellas el crecimiento simétrico o no de la tiroides
es quizá el síntoma más frecuente.
Algunos antecedentes patológicos son importantes y deben
tenerse en cuenta cuando se busca entender la sintomatología referida al
cuello. Entre ellos: la tuberculosis ganglionar, enfermedades infecciosas del
cuello, faringe y vías aéreas superiores.
La riqueza del tejido linfático de esta zona hace
fundamental recordar y tener siempre en cuenta las cadenas ganglionares; se
calcula que entre 400 y 600 ganglios (aproximadamente 1/3 del total del
organismo) discurren por el cuello.
Convencionalmente se acepta que en la evaluación de las
masas del cuello aquellas que tienen menos de siete días de evolución son masas
inflamatorias (infecciones virales o bacterianas), si el tiempo es entre ocho
días y siete meses, el origen es neoplásico y si es de años de evolución, muy
probablemente es de origen congénito.
Por su riqueza anatómica, patologías originadas en diversos
sitios del cuerpo pueden producir síntomas en el cuello, esto es por ejemplo,
patologías cardíacas o pulmonares irradian su dolor a base o zona lateral del
cuello o a la mandíbula.
EXAMEN DEL CUELLO
El cuello se explora por inspección, palpación y
auscultación. Siempre se explora sentado. La inspección pudiera realizarse de
pie, si el sujeto es de menor o igual estatura que el examinador.
En su exploración tendremos en cuenta:
- Inspección del cuello en su conjunto.
- Forma y movimientos
- Exploración de la glándula tiroides
- Examen de los ganglios linfáticos.
- Examen de los vasos del cuello.
- Exploración del resto de las estructuras.
Los cuellos largos y delgados son más fáciles de
examinar, a diferencia de los cuellos cortos y gruesos. Normalmente, las
personas deben ser capaces de mover el cuello en las cuatro direcciones
(arriba, abajo, lados) y efectuar movimientos de rotación. En presencia de una
discopatía cervical o de lesiones musculares, es frecuente que se produzca
dolor y se limite el rango de movimientos.
Ganglios linfáticos.
Respecto a los ganglios, se debe describir su forma, tamaño, número,
consistencia, ubicación, si son sensibles, si comprometen la piel, si se
desplazan sobre los planos profundos, etc. La descripción misma de ellos puede
quedar en la sección del examen físico general (cuando el compromiso es
generalizado), o en el examen del cuello (si sólo en este lugar se encuentran
los ganglios alterados). No ese necesario repetir lo mismo en las dos partes.
Glándula tiroides. Se ubica en la parte anterior y baja del cuello, por
debajo del cartílago cricoides. Conviene acordarse de que a nivel de la línea
media anterior, desde arriba hacia abajo, se palpa primero el cartílago
tiroides (donde se ubica la llamada “manzana de Adán”), más abajo se palpa el
cartílago cricoides y un poco más abajo se palpa el istmo de la glándula
tiroides. A ambos lados de esta estructura se palpan los lóbulos laterales de
la glándula, que en condiciones normales, pueden ser del tamaño de una almendra
grande. Si se le pide al paciente que trague saliva, ambos lóbulos laterales
ascienden, y esto ayuda para reconocerlos. Su superficie debe lisa o
ligeramente irregular, y de consistencia entre blanda y relativamente firme.
Al examinar la glándula tiroides se debe identificar
el tamaño de los lóbulos laterales, su superficie, su consistencia. En forma
muy dirigida, se debe buscar si se palpan nódulos. La presencia de
nódulos preocupa por la posibilidad que alguno de ellos pueda corresponder a un
cáncer.
La glándula se puede examinar de distintas formas, que
incluso se complementan entre ellas:
Con el
paciente en decúbito dorsal: se buscan, mediante la inspección y la palpación,
aumentos localizados de volumen en la región supraesternal y hacia ambos lados
de la tráquea.
Con el
paciente sentado o de pie:
- El examinador se pone por delante del paciente para efectuar la inspección y la palpación. Con una mano se desplaza ligeramente la glándula hacia el lado contrario y con la otra mano se palpa el lóbulo del lado que queda más prominente.
- El examinador se ubica detrás del paciente y con sus dos manos, especialmente los dedos índice y medio, palpa la glándula: desliza sus dedos sobre la superficie, capta el tamaño y la consistencia, busca si existen nódulos, etc.
Palpación de la glándula tiroides. |
Se llama bocio al aumento difuso de
la glándula. En bocios muy grandes, como puede ocurrir, a veces, en la
enfermedad de Basedow, es posible auscultar sobre la glándula un soplo suave
(debido a una mayor vascularización y flujo sanguíneo).
La causa más común de bocio en el mundo es idiopática. La segunda causa es la deficiencia de yodoestado que se conoce habitualmente como bocio endémico. |
Arterias carótidas. Su
recorrido se logra identificar desde la región del extremo interno de las
clavículas (por abajo), subiendo en dirección oblicua en dirección del ángulo
de la mandíbula, quedando inmediatamente por delante o por debajo del borde
anterior del músculo esternocleidomastoídeo, a ambos lados.
A la inspección, especialmente en personas delgadas,
se distingue el latido de las arterias. Otra forma de examinarlas es mediante
la palpación. En personas mayores se debe efectuar con más delicadeza para
evitar lesionar placas de ateroma y generar pequeñas embolías de colesterol y
plaquetas. También es conveniente auscultarlas buscando soplos. Si estos se
ubican inmediatamente por arriba de las clavículas, pueden corresponder a
soplos irradiados desde el corazón (ej.: en una estenosis aórtica o en estados
hiperdinámicos). Si se ubican en la parte más alta del cuello, donde la arteria
carótida común se bifurca, pueden deberse a una estrechez por placas
ateromatosas que generan flujos turbulentos.
Pulso venoso yugular. Las
venas yugulares se notan en mayor o menor grado según el largo del cuello, el
grosor del panículo adiposo y la presión venosa. Normalmente, en una persona
reclinada en la cama, las venas se ven algo ingurgitadas, llegando hasta la
mitad del cuello. En la inspiración, se colapsan (influido por la presión
negativa intratorácica que se genera), y en la espiración, al toser o pujar, se
ingurgitan. En pacientes deshidratados están colapsadas y en una insuficiencia
cardíaca que compromete al ventrículo derecho, están ingurgitadas, e incluso se
palpan tensas. Las venas yugulares externas son las que se ven con más
facilidad; las internas, que se ubican por debajo del músculo
esternocleidomastoídeo, en la práctica no se distinguen.
Para observar el pulso venoso, conviene que el
paciente esté semisentado, en un ángulo de 45º respecto al plano horizontal
(totalmente acostado, se ven más ingurgitadas y sentado o de pie, se notan
menos). En la vena se distinguen unas leves oscilaciones (u ondas) relacionadas
con el ciclo cardíaco (pulso venoso yugular). Para lograr una mejor visión
conviene que el cuello esté despejado y la cabeza girada hacia el lado opuesto.
Una luz tangencial ayuda a distinguir mejor las oscilaciones que ocurren en la
vena. Es frecuente que estas ondas sean difíciles de notar o sencillamente, no
se vean.
Mirando la ingurgitación de las venas yugulares se
puede estimar la presión venosa central, o sea, la presión de la
sangre a nivel de la aurícula derecha. Si es alta, la vena se ve más
ingurgitada; si existe hipovolemia, está colapsada.
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